Crítica
personal al paradigma de la complejidad
Una nueva forma de comprender y entender el mundo
surge a partir de una transformación en el estudio de los sistemas (fenómenos)
no-lineales. Este estudio enmarca la necesidad de considerar a los sistemas
complejos como un conjunto de componentes individuales que interactúan entre
si.
Generalmente asociamos el término complejo a lo “difícil”,
a lo “casi imposible”, pero la realidad es que se refiere al tejido que
conforma a su vez el todo. El todo está en cada una de las partes (unicidad) y
cada una de las partes está en el todo; así pues la complejidad entiende al
mundo como una “red” (tejido), en el cual existe una reciprocidad entre este y
cada una de sus partes.
Para comprender el paradigma de la complejidad es
necesario comprender el paradigma de la simplicidad. Si bien es cierto que la
complejidad tiene como tarea identificar los principios y fundamentos generales
de la operación de los sistemas sin importar de los detalles particulares,
también es cierto que es indispensable el entendimiento de los componentes
individuales que conformen dicho sistema. Así, por ejemplo, un sistema, desde
el punto de vista de la complejidad, podría ser estudiado por la física, la
química, la biología, entre otras ciencias, al mismo tiempo.
Otro factor importante son las paradojas del orden y
el desorden (caos). En este caso podríamos ejemplificar claramente con la
termodinámica clásica, la cual nos habla en su segundo enunciado que los
sistemas macroscópicos tienden a un mayor desorden conforme transcurre el
tiempo (caos). Sin embargo, hoy sabemos que espontáneamente pueden aparecer
nuevos tipos de estructuras (transformación del caos en orden) lejos del
pragmático concepto de equilibrio (termodinámica del equilibrio); por tanto, el
pensamiento complejo prioriza a la incertidumbre al tiempo que da cabida la
organización.
La aplicación, los horizontes, de esta corriente de
pensamiento, ha tomado cada vez mayor fuerza en lo que se refiere a la
educación y para ello es necesario analizar tres principios que nos ayudan a
entender la complejidad, a saber:
1.- El principio dialógico: es importante entender el
antagonismo (diferencias) entre la cosas; pero, también lo es el entendimiento
de cómo se complementan (complementariedad)
2.- Recursividad organizacional: La retroalimentación
en todo proceso es esencial. No basta con conocer la causa y el efecto de los
procesos e incluso medirla (leyes de la dinámica), lo importante es que hay un proceso
entre esa causa y efecto. El entender todo el ciclo nos permitirá modificarlo
(“perfeccionarlo”)
3.- Principio hologramático: Las partes hacen el todo,
al tiempo que el todo le da sentido y pertinencia a las partes. Se busca ver
más allá del holismo (el todo) y del reduccionismo (sólo las partes)
Morin propone dar un salto del pensamiento simplista
(disyunción, abstracción, reducción, causalidad) a la teoría del pensamiento
complejo (interacción, no-homogeneidad, el azar) donde no tiene sentido
estudiar cualquier cosa por si sola, sino a través de la relación con su
entorno y donde los límites no son claros (sistemas borrosos).
El pensamiento complejo no es en sí la solución, es el
mecanismo, ya que, más que ofrecer respuestas, abre interrogantes y plantea una
redefinición de paradigma y sujeto, misma que va de acorde con sus fundamentos
y sus principios.
El pensamiento complejo, en una opinión personal,
apuesta a lo reflexivo, en lo social y en lo individual, teniendo como palabra
(concepto) conectora el vínculo. En ese sentido, se abraza una esperanza
y esa esperanza encuentra cabida, no existiendo posiblemente mejor lugar, en la
educación en su más amplio sentido.
José Luis González Guevara